Por ti, amiga. Te mereces algo mejor.

Sé que un día te despertarás a una hora cercana ya al amanecer, empezarás a mirar el techo como de costumbre, cuando la luz empieza a abrirse paso por la ventana, y en ese preciso momento, sé que te darás cuenta. Ya lo has superado. Si duele significa que hay algo, pero tú ya no sientes nada en absoluto. El desprecio te hace saber que fue real, el dolor se convierte en simple odio, pero ya no lloras, y eso es bueno. Por fin dejas de pensar que un día de estos, como por azar, encontrarás un mensaje suyo. Ese mensaje que has escrito mentalmente tú misma más de una vez. En él te explicaba cómo había sufrido todo ese tiempo, escondiendo sus sentimientos por miedo. Algo tan fuerte que se sentía hasta avergonzado, igual que tú. Que nunca intentó esquivarte, lo hacía porque sentirte cerca y ver como no podías ser suya era incluso más doloroso que el hecho de no verte. Que recuerda todas las cosas bonitas que hiciste, cada olor, cada sabor, cada forma, cada recorrido que sus dedos hicieron por tu cuerpo, y por supuesto, tu voz y las cosas estúpidas que decías a causa de tu timidez, esas que a él tanta gracia le hacían. Que lo único que puede hacer es preguntarse      cómo puedes haber olvidado todo aquello que él recordará para siempre.

Ya has esperado suficiente.

 Ahora él es simplemente alguien a quien solías conocer.